Las conservas hechas en casa permiten mantener muchas de las vitaminas, proteínas y nutrientes de los alimentos. Algunas vitaminas se pierden, pero se conservan muchas otras y los jugos de cocción conservan las sales minerales de las verduras y frutas.
En su origen, las conservas fueron una forma de prolongar la vida útil de los alimentos, que no siempre estaban disponibles. El primer conservante natural fue el frio. En el Neolítico, los humanos aprendieron que la parte más fresca de las cuevas era el mejor sitio para almacenar la comida. Más tarde se descubrió el ahumado y el secado de alimentos con el sol y el aire. El siguiente paso fue la salación. Pero el gran desarrollo de la industria y la técnica de las conservas se dió con el descubrimiento de la esterilización o “pasteurización” en 1863 por Louis Pasteur.
A pesar de todos los avances en la higiene, hoy en día sigue siendo muy importante tomar una serie de precauciones en la elaboración de las conservas caseras.
Recipiente: lo ideal es utilizar un tarro de cristal. No hay problema en reutilizar los tarros de aceitunas, tomate, mermelada… Pero no es aconsejable reutilizar las tapas. Hay que asegurarse de que estén en buen estado, sin óxido ni golpes ni restos de humedad. Lo mejor en todo caso es comprar unas nuevas. Antes de utilizar tanto botes como tapas, es imprescindible esterilizarlos, por ejemplo hirviéndolos durante 15 minutos, y escurrirlos teniendo cuidado de no tocar el interior.
Es aconsejable no llenar del todo los tarros, dejar unos dos centímetros para que el alimento pueda expandirse en su interior tras la cocción.
Los tarros se cierran con cuidado, con la ayuda de un paño para lograr más presión, y se ponen al baño maría, cuidando que el agua no llegue hasta la tapa. El tiempo que dejaremos hervir los tarros dependerá del producto.
Los alimentos a conservar deben estar suficientemente maduros (aunque con la fruta es mejor que no sea muy madura) y deben de ser de temporada para aprovechar mejor sus cualidades.
Cuando termina la cocción, dejar enfriar los tarros en la olla. Una vez fríos, comprobaremos con la mano que estén cerrados herméticamente. Si alguno pierde líquido o queda abierto, es mejor tirarlo.
Antes de almacenarlos, hay que etiquetarlos siempre con la fecha de elaboración.
Las conservas hay que guardarlas en un lugar sin luz, fresco y ventilado.
Las conservas caseras se deben consumir antes de un año.
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