Siendo apenas un niño, se deslumbra con las historias contadas por los peones en los campos del Uruguay y decide hacerse narrador. A los 30 años secuestra una avioneta y la desvía a Cuba, país que, medio siglo después, le otorga el Premio Nacional de Literatura.
A sus 80 años, Daniel Chavarría sigue lleno de vitalidad. Atiende las obligaciones de la Feria del Libro, que este año está dedicada a él, mientras trabaja apasionadamente en los retoques de una biografía novelada del líder de los Tupamaros uruguayos, Raúl Sendic.
Historias y mentiras
A los ocho años nací como narrador oral en la estancia de mi abuelo. Durante las zafras llegaba mucho personal golondrina y no faltaba el mate, el fogón y el narrador, que podía ser un gaucho de verdad o un linyera (vagabundo). Yo me deslumbré con sus historias.
Muchos habían peleado en la guerra civil y venían con un montón de mentiras pero muy bien contadas y a mí no me importaba la verdad histórica. Me las tragaba, les creía cuando me hablaban de la pelea contra un tigre o del cruce de un río nadando con los pies amarrados.
Desde esa época ese fue mi ideal, yo quería ser eso, llegar a viejo y vivir del cuento, que es lo que hago. Pero siendo un niño quería ser narrador oral, fue a los 12 años que un primo me prestó "Las aventuras de Huckleberry Finn", me maravilló y ahí descubrí la palabra escrita.
Fui un gran lector como toda mi generación, no teníamos TV y había muy poca radio. Me dio entonces por escribir pero cada vez que leía mis textos me daba cuenta de que eran una porquería, cometía el error de muchos jóvenes, tener un paradigma y querer escribir como él.
A Cuba sin escalas
Me fui del Uruguay en el 61 y en Colombia colaboré con un movimiento guerrillero en la cordillera occidental dirigido por un cura. Yo era gerente de un almacén in bond (almacén aduanero), estaba metido en el contrabando y aprovechando esas vías sacaba compañeros heridos.
En uno de esos tejemanejes me avisan desde Bogotá que el Departamento Administrativo de Seguridad me detectó. Decido salir rápidamente porque estaba cagado del susto pero no podía huir en carro de noche, soy mal chofer y en aquella época los caminos eran muy malos.
La única opción que me quedó fue secuestrar la avioneta que venía cada día desde Bogotá y traerla para acá. Compré todos los pasajes para ese vuelo (de 11 plazas) y solo llevé a mi mujer, a nuestra niña de 6 años y a un hombre que se coló sin saber el pobre para dónde íbamos.
En 1979 fui amnistiado y en 1985 volví a visitar Colombia sin que nadie me molestase por aquello que había pasado.
El más robado
Yo empecé como 10 novelas pero cuando las volvía a mirar me parecían una mierda, vine a terminar la primera en Cuba, a los 45 años. "JOY" surge porque me enamoro de '17 instantes de una primavera' y comienzo a pensar cómo escribir en ese género.
En esa época era traductor del Instituto de la Reforma Agraria y tuve información sobre el intento de EE.UU. de introducir en la isla el virus de la tristeza. Especialistas en plagas me hablaron sobre el peligro de que nos hicieran un sabotaje a los cítricos con un virus.
Yo siempre pensé que el 90% del policiaco en el mundo es basura, que solo una pequeñísima parte es buena literatura. Sin embargo, mi mayor éxito lo tuve con JOY, que fue un éxito total, llegó a vender en todo el campo socialista más de un millón de ejemplares.
Pero te estoy dando esta entrevista porque crees que "El Ojo de Cibeles" es mi mejor obra. Yo pienso lo mismo a pesar de que no es la más conocida porque es un libro difícil. A mucha gente le cuesta entender que cuando una novela es buena se explica por sí misma.
El Premio Nacional de Literatura lo agradezco, pero mucho antes tenía ya el reconocimiento de la gente. Los bibliotecarios me han contado que tengo el honor de ser el autor más robado en las bibliotecas cubanas, ese es el mayor homenaje que me pueden hacer.
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